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EL ALCALDE DE MARINALEDA JURA INSUMISIÓN, OPONIÉNDOSE AL CAPITALISMO, RODEADO DE ASNOS ILUSTRADOS, QUE A LO ÚNICO QUE SE COMPROMETEN ES A JURAR JODER AL PUEBLO, LLEVÁNDOLOS A LA RUINA, MEDIANTE EL ENGAÑO, APROVECHANDOSE DE LA IGNORANCIA DE LOS CIUDADANOS QUE PONEN SU CONFIANZA, Y SUS DESTINO EN MANOS DE CHORIZOS Y DELINCUENTES, APOYÁNDOSE EN LEYES QUE ELLOS MISMOS HAN CREADO PARA SU PROPIO BENEFICIO. ESTE BLOG APOYA ESTE JURAMENTO TAN LINDO.

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viernes, 11 de junio de 2010

Juana de Arco: una nueva biografía sin hogueras


Polémica sobre el auténtico perfil de la mujer cuyo culto tuvo un origen nacionalista antes que religioso
Dos historiadores —Florence Maquet y Pierre de Sermoine—
indagan en archivos y discurren sobre la vida
real (no legendaria) de Juana de Arco, que transcurrió
notablemente unida a los disturbios políticos medieva-
les. Ambos libros continúan la polémica que siempre
existió alrededor de Juana, quien (según algunos) no había muerto
en la hoguera en 1431 sino en 1451.

550 años, aparecía cerca de
Metz, en Francia, una mujer alegando
ser Juana de Arco, quien
había sido condenada a morir en
la hoguera en 1 43 1.¿Era esa mujer
una impostora, o era realmente
Juana? ¿Y quién era Juana: una
aldeana, o una princesa? “Uno de
los mayores engaños históricos de
los últimos siglos”. Con estas pala-
bras duras, define un conservador
de la Bibliothéque Nationale de
Francia la versión tradicional de
la vida de Juana de Arco.
Ya en 1590, William Shakespeare
había intuido que se crearía
un culto místico-patriótico en
torno a Juana de Arco: “Juana la
doncella será santa de Francia”,
escribió acerca de la muchacha visionaria
que ayudó a romper el
cerco inglés de Orleans en 1429 e
hizo posible la coronación de Carlos
VII, en Rheims. El culto a Juana
que, según un cronista, “había
echado a los ingleses fuera de
Francia”, tuvo un origen naciona-
lista antes que religioso y se inició
en la época de Napoleón. Actuan-
do como una compensación fren-
te a reveses nacionales, la imagen
de Juana salvadora de Francia se
propagó tras la derrota de Napo-
león en Waterloo a mano de los
ingleses, y alcanzó su cenit tras la
pérdida de Alsacia y Lorena a
Prusia en 1870.
Conveniencias políticas lleva—
ron entonces a la Iglesia católica a
interesarse por aquella mujer que
en 1431 había sido condenada por
la lnquisición a morir en la hogue-
ra. Tras el avance electoral de los
socialistas y la secularización de la
enseñanza, círculos católico-conservadores
convencieron al Vaticano
a que declarara venerable a
Juana en 1894. En su beatificación
( 1909 ) y canonización (1920)
influyeron grupos de Integristas”
católicos y la ferozmente naciona-
lista Action Française.
Lealtades
Algunos franceses racionales se
quejan de que la versión tradicio-
nal de la vida de Juana simplifica
su personalidad e ignora el com-
plejo entramado de relaciones que
unía la Inglaterra medieval a las
varias regiones, entonces desuni-
das y rivales, que hoy componen
Francia. Las lealtades medievales
eran feudales, no nacionales, e
iban de par con los derechos que
podía ejercer un rey o un duque
sobre sus tierras y pueblos. Según
la leyenda, Juana era una humilde
aldeana, pero ¿por qué tan alejada
de la corte, estaba a tal punto
obsesionada en ver coronado a
Carlos, que quería luchar contra
todos aquellos, franceses o ingleses,
que dudaban de la legitimidad
del Delfín? Tampoco eran típicas
de una pastorcilla medieval la soltura
con la que hablaba francés (y
no un dialecto) y su desenvoltura
aristocrática. “Era como si hubie-
se sido educada en la corte”, escri-
bió un cronista de su época. Los

nobles la llamaban “muy querida
dama” y le hicieron obsequios lu-
josos antes de que hubiera realizado
cualquier “milagro”.
Desde hace unos años un pcqueño
grupo de historiadores
franceses trabaja buscando a la
verdadera Juana ocultada detrás
de la leyenda. Han desvelado un
misterio humano, apasionante,
que han resuelto casi por comple
to. Ven en Juana a una hija ilegíti—
ma de la reina Isabel de Francia y
de su cuñado Luis de Orleans,
hermano del rey loco de Francia,
Carlos VI. Juana era por lo tanto
medio hermana del delfín Carlos,
o incluso su hermana, ya que la
mayoría de los historiadores fran-
ceses convienen que él también
era hijo de Luis de Orleans. Tras el
asesinato de Luis, la reina despro-
tegida ocultó el nacimiento de
Juana y la envió lejos de París, a
Domrémy, donde fue ahijada por
Jacqucs d’Arc, un terrateniente
respetable.
Ya que Juana era una princesa,
no podía morir en la hoguera a pe-
sar de que la Inquisición la condenara
en 1 43 1. Tras cinco años de
reclusión, Juana reapareció. La
reconocieron su familia adoptiva,
sus amigos, y autoridades de Or-
leans. Unos meses más tarde se
casó con Robert des Armoises, e
Lorena.
Florence Maquet ha escrito una
fascinante y rigurosa biografía de
Juana la princesa (‘Jehanne la
Pucelle: l’histoire, les docu—
ments”), con abundancia de documentos,
citas de Juana y de sus
contemporáneos, y comentarios
discernientes sobre la época medieval.
Su libro subraya las profundas
convicciones religiosas de
Juana, que reconocía sin embargo
que algunos de los ‘santos” que la
aconsejaban eran lo suficientemente
visibles y tangibles para ser
abrazados. Años de investigación
han llevado a madame Maquet a
concluir que la misión de Juana
fue planeada por la familia real
con el fin de consolidar el trono y
ensanchar la influencia de la corona.
Tras los conflictos y la coronación,
vinieron negociaciones entre
el ya rey Carlos VII y su poderoso
primo el duque de Borgoña, alia-
do del rey inglés. Pero el empeño
de Juana en proseguir la lucha dificultaba
un acuerdo y, cuando las
tropas del duque la capturaron en
Compiégne, Carlos no mostró pri-
sas en pagar su rescate.
Existen las actas del juicio de
Juana en Rouen ante la Inquisi-
ción y las de su condena, pero no
las de su ejecución. Florence Maquet
y otros historiadores tienen
fundamentos para pensar que
Juana salió en secreto de Rouen y
que la mujer encapuchada que
murió en la hoguera el 30 de mayo
de 1431 era otra víctima de la In—
quisición. En Septiembre de 1435
Carlos firmó un tratado de paz
con su primo. El 13 de abril de
1436 entraba en París, anteriormente
controlada por los ingleses y borgoñeses.
Cinco semanas más tarde
apareció cerca de Metz una
mujer que fue reconocida como
Juana.
Filigranas
El libro de madame Maquet ha
atraído la atención de “Le Soir”,
de Bruselas; de “La Dépéche”, de
Toulouse, y del ‘Economist”, de
Londres. También ha suscitado
interés el libro de Pierre de Ser-
moise (“Jeanne d’Arc et la Man—
diagose”), un distinguido científi-
coy miembro de la junta de la Bi-
bliothéque Nationale que
desciende de la familia de Robert
des Armoises. Su análisis de los
tintes y de las filigranas de las pá-
ginas de la Real Crónica de Saint
Denis, que recogen el nacimiento
en 1407 del último hijo de Isabel,
revela que el papel data de 1450.
Siguiendo la pista abierta por estos
indicios, Pierre de Sermoise des—
cubrió que no existe prueba de
que, tal como asegura la crónica, el
niño murió al cabo de unas horas
y fue enterrado en Saint Denis: no
figuraba en la lista de misas que se
cantaban en la abadía para los difuntos
reales, ni consta en el inventario
que se hizo de todos los
ataúdes durante la Revolución
Francesa. No obstante, varios
cronistas aseguran que nació una
criatura, que fue, sugiere Pierre de
Sermoise, Juana.
Pierre de Sermoise revela en su
libro otros datos inéditos. El heraldo
enviado por la ciudad de
Orleans para comprobar la identi-
dad de Juana tras su reaparición
había sido un miembro de su séquito
antes de su captura y parece,
por lo tanto, improbable que hubiera
sido engañado por una embustera.
También publica una copia
de un salvoconducto para Colonia,
hecho a nombre de Juana en
1436, recientemente hallado por
un archivista de Luxemburgo.
Varios cronistas, entre ellos el
condetablo de Castilla Alvaro de
Luna, narran la reasunción por
Juana de sus actividades militares.
En un extracto citado por Florence
Maquet, Alvaro de Luna des-
cribe la llegada a la corte de Casti-
lla de embajadores enviados por
Juana para solicitar asistencia na-
val, trayendo una carta de ella
cuya firma fue enseñada a todos
los grandes”.
Luego desvanece la pista de
Juana. Varios documentos sugie-
ren que murió en 1451, cerca de
Metz. Pero más de cinco siglos
más tarde Juana vive aún, tan in-
signe como mujer que como santa,
y tan misteriosa y polémica como
en su propia época.

ALICE VALLS-RUSSELL
Este artículo fue publicado por el periódico la Vanguardia, el 3 de Agosto de 1986 Juana de Arco leyenda o realidad ?
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